lunes, 23 de mayo de 2011

EL AMAUTA: PRIMIGENIA IDENTIDAD: POBLAMIENTO AMERICANO Y PERUANO

NUESTRA IDENTIDAD PRIMIGENIA:
EL POBLAMIENTO DE AMÉRICA
Por: Luis Guzmán Palomino

Para ubicar nuestra identidad primigenia -como ocurre con casi todas
las colectividades del mundo- debemos partir admitiendo que nuestros más remotos ancestros vinieron de fuera. Sólo un keniata, un tanzanio o un etíope –y tendrían que discutir entre ellos- podría arrogarse el derecho de rastrear sus orígenes en su propia tierra. Y ése no es nuestro caso. Empezaremos, entonces, reconociendo nuestra matriz africana, cuya evolución desde los Kenyapithecus africanus y Australopithecus – en un proceso de varios millones de años- condujo paulatinamente a la aparición del Homo sapiens sapiens, que se expandió por todos los ecosistemas del planeta produciendo variedades raciales.

Una de esas variedades, la asiática, tiene que ver con nuestros ancestros
más cercanos. Cazadores y recolectores que prosperaron en los climas
templados de la China migraron al norte en sucesivas oleadas, desde hace
unos cuarenta mil años, aproximadamente, y avanzaron por Mongolia para
dominar la estepa y la tundra siberianas, hasta alcanzar los límites septentrionales y situarse, sin saberlo, frente a América, más o menos hace
unos quince mil años. Por su configuración anatómica y su procedencia
geográfica, son denominados por la ciencia sinodontes y mongoloides.
Fue en el tránsito del pleistoceno al holoceno, al terminar en lento proceso
las más recientes glaciaciones y aumentar progresivamente la temperatura
del planeta, cuando esos cazadores-recolectores, impelidos por la curiosidad
y la audacia, cubrieron el tramo, entonces terrestre, denominado Beringia,
penetrando en un nuevo continente. Se convirtieron así en los auténticos
descubridores de América. Algo más de treinta generaciones fueron
suficientes para poblar esta parte del mundo, considerando el promedio
de vida (30 años) y las dataciones cronológicas de los primeros asentamientos
ubicados de uno a otro extremo del continente, Hace 14 mil años el istmo de Panamá fue por primera vez hollado por bandas de cazadores-recolectores que procedían del norte. Después de recorrerlo longitudinalmente, tuvieron la posibilidad de optar por una de las tres vías que se presentaban en la ruta al sur. La primera, bordeando elocéano; la segunda, ascendiendo la cordillera, y la tercera, internándose en la selva oriental. Las piezas de caza tomaron esas vías y en su seguimientolos seres humanos llegaron a Sudamérica.

Las más recientes publicaciones sobre el tema coinciden en mencionar ese
fechado para el poblamiento del nuevo continente, de acuerdo con las evidencias materiales y los modernos métodos de datación, corrigiendo anteriores supuestos sobre un poblamiento más antiguo. El investigador norteamericano Stuart Fiedel ha publicado recientemente dos tablas cronológicas en las que cita entre interrogantes algunos sitios de presencia Pre-
Clovis, entre ellos Bluefish, Fort Rock, El Jobo, Taima Taima, Piedra Furada,
Monte Verde, y Pikimachay, pero sin atreverse a ir más allá de los 14
mil años (Fiedel, 1996: 14-15). Como se sabe, el pueblo Clovis, conformado
por formidables cazadores de los mamut, estaba bien asentado en Norteamérica hace 10 mil años.

El trabajo más documentado sobre el poblamiento de América es el de
Brian Fagan, quien coteja las teorías elaboradas por científicos de diversas
especialidades, sobre todo de países involucrado en la temática: chinos,
rusos, norteamericanos, canadienses, australianos, etc. Fagan es enciclopédico
y por tanto una autoridad en la materia. Sostiene, sobre la base de copiosa
documentación geológica, paleobotánica, paleontológica, arqueológica
y antropológica, que América empezó a ser recorrida por los seres humanos hace 15 ó 14 mil años. Dice al respecto: “No hay, de momento, absolutamente ninguna evidencia incuestionable de una ocupación humana de la zona oriental de Beringia anterior a hace 15,000 años; esta proposición se basa en la insistencia, correcta, de que los datos de cualquier forma de ocupación prehistórica o moderna, deben encontrarse en una asociación primaria y fechada... Esto plantea la posibilidad de que la zona oriental de Beringia fuera colonizada sólo cuando los pueblos de la Edad de Piedra se retiraron hacia las tierras más altas cuando el puente de tierra quedó sumergido hace unos 14 mil años” (Fagan, 1988: 166).

Para la presencia humana en los Andes, el profesor británico Nigel Davies
menciona una antigüedad cercana a los 11 mil años: “Todavía se debate la fecha de llegada de los primeros seres humanos a Perú y demás países vecinos. Los estudiosos generalmente aceptan que la presencia humana en la región andina data de antes de 9000 a.C.” (Davies, 1999: 9-10). Recordemos que los hallazgos en Pikimachay fueron fechados originalmente en cerca de 20 mil años. Su descubridor, Richard McNeish, rectificó luego ese fechado, haciéndolo algo más moderado. Fagan cree que pueden tener unos 14 mil años y pone de relieve la importancia de este fechado en Sudamérica: “Los instrumentos de 14,000 años de antigüedad de Pikimachay son, sin duda, herramientas, aunque toscas, y muchas de ellas son hachas, utilizadas quizá para despiezar la caza y para el trabajo con madera. Aunque es peligroso basarse en una sola datación con carbono radiactivo, si la fecha y la estratigrafía son válidas, este nivel de Pikimachay sería la más antigua ocupación post glacial auténtica de Sudamérica, y una de las primeras del Nuevo Mundo” (Fagan, 1988: 203). Pero Fiedel enfatiza que se carece de pruebas suficientes como para ubicarlos más allá de los 12 mil años (Fiedel, 1996: 72).

Los cada vez más sofisticados métodos de datación efectúan rectificaciones
en los fechados obligando a una revisión constante de la evidencia paleontológica y arqueológica. El caso más notorio de equivocación se dio
con un artefacto hallado en Old Crow, Canadá, consistente en un hueso de
caribú que sin duda sirvió como raspador de pieles; originalmente, hace
algunos lustros, la prueba del carbono 14 lo fechó en 27 mil años, pero recientemente una prueba más rigurosa, mejor calibrada, le ha dado sólo 1350 años de antigüedad (Fagan, 1988: 153, 157).

Sin embargo de lo registrado por la moderna bibliografía, un tema tan importante como el primigenio poblamiento de América se trata muy a la ligera
en las aulas escolares y, lo que es peor aún, en los recintos universita4
rios. Se continúa con la versión tradicional de las teorías autoctonista e
inmigracionista, con sus variantes asiática y oceánica. Lo que también encontramos en varias de las recientes colecciones de Historia del Perú,
lujosamente presentadas y a precios prohibitivos, pero con múltiples
errores y omisiones en los datos y con poco o ningún rigor académico en
el análisis. Los textos universitarios –y para el caso revísese los que
circulan en nuestra propia casa- evidencian no estar a tono con el avance
de la investigación científica. Pero esto puede y debe corregirse. De otro
lado, algunos sitios de la Red Informática Mundial contienen información
–si bien muy sintetizada- de las modernas teorías. Y revistas científicas,
como la editada por la National Geographic, publican reportes de obligada
lectura.

Las diversas evidencias científicas permiten inferir, como única teoría válida,
la procedencia asiática de los primeros americanos. El gran viaje, como
le llama Fagan, debió iniciarse hace 40 mil años, cuando cazadores del
norte de la China tomaron la ruta del norte migrando a Mongolia. Desde
allí siguieron al nororiente, hacia la tundra siberiana, cuya fauna pródiga
en renos hizo que consolidaran la técnica venatoria de las microhojas, que
llevarían hasta el nuevo continente, donde encontraron a los caribús, parientes
de los renos. El río Aldan marcó el límite para grupos diferenciados de seres humanos y lo prueba, entre otras cosas, su configuración dental y los aleotipos de su sangre. Hacia el oeste quedaron los sundadontes caucasoides (nombre
alusivo al Cáucaso); hacia el este, desde Siberia hasta América, los sinodontes
mongoloides (por el lugar ancestral, Mongolia).

El pueblo Dyukthai, de las orillas del Aldan, tiene que ver con nuestros
más cercanos ancestros; también el que habitó el sitio de Berelekh, a orillas
del río Indigirka y el que ocupó la península de Kamchatka. Las sedes siberianas, en orden ascendente, camino a América, tienen de 25 a 11 mil
años de antigüedad. No se han descubierto sitios de mayor antigüedad.
Sólo grupos pertenecientes a esos pueblos de eximios cazadores pudieron
haber pasado a América.

Y ello coincidió con la existencia del istmo de Beringia: Asia y América estaban
unidas por un paso terrestre, pues el nivel del mar estaba por debajo
del actual. Era el tiempo de la última glaciación. El frío severo había llevado
el agua hacia las montañas. Existía el istmo con un clima algo más benigno,
capaz de soportar el desarrollo de la fauna y la flora propias de la tundra. Y siguiendo a las piezas de caza, motivados por ese trabajo, los seres
humanos transitaron, sin saberlo, hacia el nuevo continente. Al pasar
tuvieron que quedarse obligadamente en Alaska y Canadá, pues el paso
hacia el sur estaba cerrado. De oeste a este Norteamérica estaba copada
por las moles de hielo de las montañas Laurentide y Cordillerana.

Los que pasaron a América lo hicieron en el momento preciso, pues culminaba
el Pleistoceno y el planeta empezaba a calentarse, dando paso al
Holoceno. Ese calentamiento provocó el lento deshielo de las cordilleras y
el paulatino ascenso del nivel del mar. Hace 14 mil años el istmo de Beringia
dejó de existir, emergiendo en su lugar el mar de Bering, que separaría
Asia de América. Y el hombre distaba aún mucho de haber descubierto la
navegación en canoa, lograda recién al cabo de varios milenios por los esquimales.

El deshielo de la cordillera hizo que entre las montañas Laurentide y Cordillerana se abriera el paso McKenzie, también hace 14 mil años, y ésa fue
la ruta tomada por los mamuts, a los que siguieron hombres intrépidos.
Sus descendientes, en el corto lapso de mil años, en los que se sucedían en
aquel tiempo unas treinta generaciones, alcanzaron la Tierra del Fuego,
extinguiendo la megafauna.

BIBLIOGRAFÍA

CINQ MARS, JACQUES (1990), La place des grottes du Poisson-Bleu dans la préhistoire
béringienne, en Revista de Arqueología Americana, no 1, pp. 9-32, 1990.
CLAIBORNE, ROBERT (1994), Los Primeros Americanos, Ediciones Folio,, Barcelona.
DAVIES, NIGEL (1999), Los Antiguos Reinos del Perú, Editorial Crítica, Barcelona.
FAGAN, BRIAN M. (1988), El Gran Viaje: El poblamiento de la antigua América, Editorial
EDAF, S. A., Madrid.
FIEDEL, STUART J. (1996), Prehistoria de América, Editorial Crítica, Barcelona.
GUZMAN PALOMINO, LUIS (2000), Hombre, Espacio y Tiempo en la construcción de la
Sociedad, Universidad Nacional de Educación Enrique guzmán y Valle, La Cantuta.
LAMING EMPERAIRE, A. (1980), Le probleme des origins americaines, Press Universitaires,
París.

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